Nuestras vidas están ligadas a muchas dependencias, costumbres o adicciones que nos traen bienestar, gozo, deleite o simplemente adrenalina por un tiempo; pero que pueden llegar a ser peligrosas para nuestra salud o nuestras vidas.
Vivir con una de estas dependencias, o varias puede ser para cada uno hasta cierto momento manejable; pero darte cuenta cuando ella te daña puede ser también muy importante.
Es difícil para mi, hacer una crítica a ésta dependencia al café, porque su delicioso aroma y bienestar instantáneo son innegables. Y también porque es un hábito que llevo casi desde la cuna; cuando de muy niño exigía a mis padres un poco de esa bebida aromática y milenaria a la cual mis padres accedieron con amor, un poco para mantener una tradición familiar y un poco para que no me resienta y calme mi malestar, pero que al poco tiempo se dan cuenta que ya no quería unas pocas gotas vertidas sobre la leche ocasionalmente sino que la empiezo a reclamar, para que de esta manera, cada día el café este presente en mis desayunos de cada mañana.
Con el tiempo, el café también hace lo suyo y con sus encantos de aromáticos efluvios, nos atrapa con su magia y nos invita a tomar muchas tasas al día, usando para ello armas invisibles, dignas de estudio.
El café, sin embargo tiene muchos efectos buenos, y que aportan calidad a nuestras vidas con antioxidantes y un poco de adrenalina que nos dan impulso para desenvolvernos y enfrentarnos a la vorágine de la vida; y llega a ser lo que es el agua para un pez, o como el gas para el automóvil.
Llega sin embargo el día que está práctica, cuando ya es algo desmedida, al tomar más de 4 a 5 tazas de café de cada día, pasa una factura inesperada por su uso y abuso; especialmente cuando ya pasamos los 50 años, también los 60 y nos acercamos galopantemente a los 70 años provocando en algunos insomnio, en otros stress y en los más, males digestivos.
Una edad, en la que el por el paso del tiempo, las enfermedades, se hace muchas veces inevitable que se presenten en nuestras vidas y que se agravan si no nos damos cuenta a tiempo que seguir con las adicciones o dependencias, nos harán más daño a pesar que nos gusten y sin importar sean parte de una tradición familiar y social o el deleite que nos provoque.
Vivir además en una zona geográfica donde la producción es abundante y buena en diversos zonas de nuestro país, nos sitúa más cerca, de su consumo porque en cada pueblo en cada esquina, en cada hogar se siente el aroma del buen y delicioso café.
Para nada, es una crítica hacia el café sino más bien un aporte a aquellos que les gusta tanto como a mí; y que sin embargo, no saben como alejarse o dejarlo, debido a su encanto y magia ritual que nos seduce y envuelve.
Un examen médico para mí fue la herramienta que me hizo comprender por la suspensión obligatoria del consumo, de dos días previo al examen que debería dejarlo, y creo que ha sido una bendición porque a tiempo recibí una alerta que me causo bienestar inmediato hasta en tres campos diferentes; por lo que quiero permanezca así, como aroma y recuerdo.
Son ya casi tres semanas alejado de su consumo y me recuerda a la vez que hace casi casi 35 años dejé la dependencia al cigarrillo a tiempo, el cual tampoco lo pruebo, desde aquella fecha.
Dejar estas costumbres, que se vuelven dependencias, debe ser radical. Al menos en mi caso resultó pero para quien lo consume con poca frecuencia y de manera discreta, tal vez no sea necesario.
El reforzamiento al escribir esto es porque quiero cerrar esta espiral inacabable y que me otorgue unos días más en esta vida, para cumplir aún algunos anhelos y para vivirla; que a pesar de las muchas dificultades y vicisitudes que se presentan en el camino, es linda vivirla.